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Nunca le perdoné a mi hermano gemelo que me abandonara durante siete minutos en la barriga de mamá, y me dejara allí, solo, aterrorizado en la oscuridad, flotando como un astronauta en aquel líquido viscoso, y oyendo al otro lado cómo a él se lo comían a besos.Fueron los siete minutos más largos de mi vida, y lo que a la postre determinarían que mi hermano fuera el primogénito y el favorito de mamá.
Desde entonces salía antes que Pablo de todos los sitios: de la habitación, de casa, del colegio, de misa, del cine... aunque ello me costara el final de la película..."
Fuimos creciendo y siempre procuraba hacer lo mismo, hasta que un día de colegio, me quedé dormido y Pablo salió antes que yo de casa, me desperté sobresaltado del portazo... ¡¡Me había adelantado!! ¡¡Había salido antes que yo!!
Así que, entre bostezos, fui corriendo al baño, me duché, me vestí con lo primero que encontré, me lavé los dientes, cogí un bollo de la cocina para el recreo (ya no podía elegir el mejor, Pablo se había llevado el primero) y salí corriendo, bajando las escaleras a toda prisa, casi de cuatro en cuatro y conseguí llegar a la parada del autobús casi sin aliento.
Mientras intentaba que mi pulso y mi respiración llegaran a un ritmo normal y tranquilo vi a una chica que se subía en el mismo autobús que yo, y, vaya gracia, la pobre también venía sin aliento, ¿también llegaría tarde? Así que... como no quería aburrirme, me puse a hablar con ella y se lo pregunté. ¡Vaya casualidad! me contó que llevaba mucha prisa porque hoy, su hermana gemela se había adelantado.
Estuvimos hablando todo el camino, cada vez queriendo saber uno más del otro; hasta que llegué a mi parada, yo me tenía que bajar y para mi sorpresa... ¡¡ella también!! Íbamos a distintos colegios, y, aunque me dijo el nombre del suyo, no lo conocía, aunque supuse que estaría cerca del mío.
Al salir de clase, salí como siempre antes que Pablo, pero me quedé esperándola, que... tanto tiempo hablando y ni si quiera sabía su nombre. Mientras la esperaba, vi cómo mi hermano se subía al autobús y regresaba a casa, llamándome con la mano y preguntándome que por qué no iba con él.
De pronto llegó ella, y, tranquilamente, nos fuimos andando hasta nuestras casas. Se llamaba María, tenía la misma edad que yo y ¡nuestros gustos eran muy parecidos!. Al llegar a casa, estaba tan contento que ni siquiera me acordé que esa misma mañana ya no había sido el primero.
A la mañana siguiente me dí prisa por salir pronto de casa, esa vez salí antes que Pablo, pero no vi a María, tampoco al día siguiente ni al otro. Un día decidí salir después de Pablo de casa, a ver si así conseguía encontrarme con ella, incluso dejé pasar un autobús, pero no funcionó, pensé que no volvería a verla.
Para mi sorpresa, ¡un día volví a verla! Me puse muy contento, y, además, noté que ella también. Ese día decidimos que iríamos todos los días juntos a clase, aunque eso nos costara no ser los primeros en salir cada mañana.
Con el paso del tiempo, ya no me preocupaba salir antes o después que Pablo de los sitios, ni a María tampoco la preocupaba salir antes o después que su hermana. Sólo nos importaba poder ir juntos a los sitios. Mucho tiempo después, los años fueron pasando, me casé con ella, se quedó embarazada y... ¡¡eran gemelos!!